Monday, October 08, 2012

Mil millones en Facebookistán


Mil millones. Son los habitantes de Facebookistán, el país donde se comparte todo lo que importa. Casi tan grande como China y extendido por los cinco continentes. La patria cabe en la pantalla de un móvil, al menos para los 600 millones de usuarios que se conectan a Facebook desde el teléfono. Son jóvenes, con una media de 22 años, y viven sobre todo en Estados Unidos y países en desarrollo como Brasil, India, Indonesia o México. Un nuevo mapa emergente en la economía y las redes.
Mark Zuckerberg, el fundador de la red social, quiere atraparnos en ella, por eso quiere cambiar la fría aunque rápida y eficiente internet de los enlaces y las páginas –la del navegador y los buscadores- por la cálida y cómoda red de las personas. Vales lo que compartes. Esa es la moneda de la ciudadanía digital en las redes, un mercado donde todos contribuimos y trabajamos para Facebook, Twitter, etc.
Muchos habitantes de Facebookistán no salen casi nunca del país de la pantalla. Se entra fácil, se elige con quién estar y hay pocas reglas. Todos somos propietarios, al menos de nuestro perfil y nuestros amigos. Dos terceras partes de sus usuarios creen que Facebook será cada vez más importante para ellos y sólo un 7% se atreven a pensar que puede haber dejado de existir en diez años.
Facebook es la vida de muchos. Zuckerberg quiere convertirlo en un gran periódico de uno mismo, donde encontrar contenidos, tendencias y temas interesantes sin salir del paraíso azul.
Me recuerda a menudo Un mundo feliz, la distopía de Aldous Huxley que nos confinaba en la felicidad de la abolición de todo lo molesto. Son otros tiempos y en Facebook la gente se comunica, protesta, se insulta o se ama con la loca pulsión de un clic.
Poco a poco prevalece no sólo la internet de las personas frente a los enlaces, sino la que comparte la información de sus usuarios para hacer realidad las ya viejas 3 C´s del comercio electrónico (contenido, comunidad, comercio) para ampliarlas a seis con contexto, conexión y conversación. De nosotros depende aprovecharlas o ser usados.

Columna en los diarios de Vocento